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11/10/19 14:36

Estrategias de manejo para nabos resistentes en el sur de Buenos Aires

Enfocado en el manejo de este grupo de malezas que sin adecuado control significaría pérdidas de rinde de hasta el 80% en fina y 50% en gruesa, el evento incluirá un panorama nacional y regional de las crucíferas resistentes, biología, manejo y una recorrida por ensayos de herbicidas.

En entrevista con Aapresid el asesor Ramón Gigón se refirió a estrategias para el manejo y adelantó algunos de los resultados de los ensayos, poniendo la lupa sobre los máximos exponentes del grupo: Raphanus sativus (nabón) resistente a ALS, Hirschfeldia incana (mostacilla) resistente a ALS y 2,4-D y Brassica rapa (nabo) resistente a ALS, 2,4-D y glifosato.

En cuanto biología, las tres malezas se caracterizan por su porte y robustez, características que las hacen muy competitivas. En el caso de nabo, a lo anterior se suma su extenso periodo de emergencia que - de contar con lluvias y temperatura suficientes - puede extenderse durante todo el ano. Casi tan prolongada como la anterior, la emergencia de nabón se extiende entre otono y primavera, mientras que la de mostacilla se concentra en otono, lo que la hace especialmente problemática en cultivos de invierno. El nabo también se diferencia por su crecimiento casi explosivo que le otorga rápida capacidad para competir y tolerar herbicidas.

Los ensayos de campo evaluaron la eficacia de control de distintos residuales para barbechos de soja, maíz y girasol, postemergentes tardíos en barbechos y trigo.

La mezcla de dos o tres productos ayuda además a evitar la generación de resistencia. En este sentido, lo más recomendable es alternar distintos modos de acción (MOAs). Pueden aprovecharse los inhibidores de la síntesis carotenoides que actúan sobre las enzimas PDS (flurocloridona o diflufenicán) y HPPD (biciclopirona, topramezone o mesotrione), los inhibidores de la PPO (fumioxazin, saflufenacil, carfentrazone o piraflufen), los hormonales (donde el MCPA es una alternativa al 2,4-D), los inhibidores del Fotosistema I (paraquat) y II (con el metribuzin superando en eficacia a la atrazina, a los que se suman el bromoxinil y el bentazón para el quemado de plantas chicas).

La técnica del doble golpe es una opción tentadora, sobre todo en planteos donde la definición tardía de arrendamientos dificulta los controles tempranos. Un primer golpe con glifosato+2,4-D o glifosato+MCPA seguido por un segundo de paraquat o saflufenacil ofrecen los mejores resultados a la hora de controlar rosetas de 25 cm que empiezan a elongar.

Pero además del control químico existen algunas estrategias complementarias como alguna labranza estratégica,  aunque en en general, las crucíferas son típicas de planteos en convencional y se adaptan muy bien a este sistema (en especial el nabón que puede emerger desde 8 cm de profundidad).  

En cuanto a rotaciones, la inclusión de cultivos de verano puede ayudar a bajar infestaciones de mostacilla, mientras que para nabo y nabón (ambas muy adaptadas para competir en invierno y verano) conviene apostar a un suelo cubierto la mayor parte del ano. Sin importar la rotación, difícilmente se pueda prescindir del control químico.

Pensando en los tan aclamados cultivos de servicio (CS), Gigón aclara que debe tenerse en cuenta que las crucíferas son muy competitivas y que, a diferencia de malezas como la rama negra, pueden desarrollarse aún con el sombreado que éstos generen. De optarse por un CS deberá entonces pensarse en siembras tempranas (de enero y febrero). Los mejores resultados en la zona se logran con mezclas de avena y vicia, donde la cobertura de esta última le gana a cualquier roseta. Si bien un CS difícilmente evite el control químico sin dudas permitirá potenciar la acción postemergencia de un bentazón o diflufenicán, ambos selectivos para vicia.

Otro de los ensayos que se recorrerá en la jornada incluye parcelas dedicadas a medir el efecto de distintos coadyuvantes. El asesor se refirió a efectos positivos observados en algunos de estos productos, en especial del aceite metilado. Además de su acción antievaporante, el aceite metilado licúa la cera cuticular y facilita la penetración del herbicida en aplicaciones bajo estrés hídrico y altas temperaturas, condiciones que favorecen la rusticación y la acumulación de cera en las hojas de la maleza. La sinergia es aún mayor cuando se usa en combinación con inhibidores de la PPO. Con herbicidas de contacto como el bromoxinil, flurocloridona o diflufenican, puede optarse por el agregado de un tensoactivo que ayude a desparramar la gota y mejorar el mojado.

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