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15/4/13 15:01

Por un nuevo paradigma: del éxito al cuidado

César Belloso, titular de Aapresid, plantea que la directa y las buenas prácticas agrícolas son claves en la transformación que el mundo entero está necesitando.

La demanda global de alimentos en cantidad y calidad es creciente y el desafío es satisfacerla con sostenibilidad de los recursos naturales.

Actualmente, la demanda de alimentos y energía, con el modelo económico productivo de los países desarrollados, requiere de más de un planeta si queremos satisfacerla. Las dificultades para sostener este modelo y sus consecuencias ya está manifiesto.

Mayor oferta de alimentos con sostenibilidad es la consigna.

Annie Leonard, en su libro “La Historia de las cosas”, describe el desafío que tiene la humanidad y el cambio cultural a realizar en el sistema económico actual, detallando los cinco componentes de nuestra actividad humana: extracción, producción, distribución, consumo y deposición.

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En cada uno de ellos nos involucra como productores o consumidores, en países desarrollados o en desarrollo, con la globalización como motor y requiere un cambio de actitud en nuestros hábitos para hacer sostenible el desarrollo de la vida en el planeta.

En nuestra actividad agropecuaria, como productores de materias primas, hemos recibido un reclamo creciente durante los últimos anos, ante la percepción de que nuestra responsabilidad en la extracción y producción (según Leonard) está contribuyendo al deterioro del ambiente.

Podríamos resumir que la realización de malas prácticas agrícolas es lo que se describe como el origen de los problemas que hacen perder sostenibilidad al sistema. Si tomamos conciencia de que el 92% de la superficie agrícola del mundo se produce bajo el sistema de labranzas que remueve el suelo y lo deja sin protección vegetal en superficie, exponiéndolos a procesos de erosión hídrica y eólica, podríamos ver su preocupación.

Hay un 8% de la superficie que se produce con ausencia de remoción de suelo y cobertura de rastrojos, prácticas que dan parte de la respuesta que podemos implementar para una mayor sostenibilidad como productores.

La agricultura sin labranzas, con cobertura de rastrojos, aplicando “Buenas Prácticas Agrícolas” integradas en el tiempo, como un sistema biológico de producción, imitando a la naturaleza y sus procesos, es la respuesta como productores responsables.

Es por eso que debemos dar el cambio hacia el paradigma del cuidado que nos presenta Bernardo Toro, en reemplazo del paradigma del éxito que dirigió nuestro accionar.

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Ese paradigma se basa en el cuidado, en realizar transacciones ganar-ganar y en saber conversar.

Desplegando el concepto de cuidado, Toro lo resume relacionándolo a la familiaridad respecto al individuo. El cuidado personal y el cuidado de los cercanos (familia, amigos, nuestros afectos) y el cuidado de los lejanos (aquellos que frecuento en mi vida sin ser cercanos). Finalmente, menciona el cuidado de los extranos: aquellos que probablemente no conozca y cuyo cuidado está dado por la oferta de bienes públicos.

El paradigma del cuidado es muy oportuno para pensar un mundo sostenible. Nuestra actitud rural con sistemas de producción sostenibles debe incorporar el paradigma del cuidado para lograr un desarrollo integral de la nación.

Nuestro trabajo en equilibrio entre los ejes productivo, ambiental y social, para hacer sostenible nuestro futuro, debe desplegarse en todos los ámbitos donde nos desarrollamos.

La comunidad agroalimentaria argentina tiene una oportunidad de generar y proveer alimentos y energías renovables en cantidad y calidad, con sostenibilidad de los recursos naturales, con reglas claras y estables, basadas en políticas públicas que promuevan la generación de riqueza, con un sistema tributario equilibrado y justo, fomentando la reinversión y alentando el crecimiento de actividades y servicios con agregado de valor para el desarrollo local, garantizando la seguridad alimentaria y minimizando factores negativos para el cambio climático.

Esta característica de sostenibilidad como proveedores globales no es cumplida hoy por vastas regiones agrícolas del mundo y nosotros debemos aprovechar esta circunstancia.

Finalmente, pensando en la evolución del sistema económico actual, nuestros esfuerzos deberían estar enfocados en desarrollar biosistemas para lograr un menor impacto ambiental, aumentando la eficiencia y reduciendo los desechos. Este concepto fue desarrollado por Gunter Pauli en “La economía azul”, proponiendo iniciar el cambio hacia una nueva conciencia, emulando la eficiencia de los ecosistemas.

La implicación y el compromiso de los ciudadanos es lo que modificará las reglas del juego y propiciará la transformación, basándonos en los ecosistemas con su gran diversidad geográfica y sus respuestas eficientes a las necesidades básicas, haciendo uso del entorno local.

Es, en definitiva, nuestra actitud lo que podemos legar a las generaciones futuras, como marco proactivo. Dice Pauli: “Quizá la mayor libertad que podamos ofrecer a nuestros hijos sea permitirles pensar de otra manera y, lo que es más importante, actuar de otra manera”.

La sostenibilidad es posible si la enfocamos como sistema, en forma integral; no importa en qué actividad estemos o donde vivamos, debe haber un cambio de paradigma que nos permita poner el cuidado por delante del éxito. Todo un cambio cultural.

César Belloso

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