Apenas comenzado junio se difundió un dato que despierta interés y al mismo tiempo preocupación en cualquier latitud. Para entendidos y para el resto de los seres humanos que sin excepción, necesitamos comer para vivir.  Dos terceras partes de los suelos de México tienen algún tipo de deterioro, y en el resto de Latinoamérica la situación no es demasiado diferente.

2015 fue declarado por la sexagésima octava sesión de la Asamblea General de las Naciones Unidas como Ano Internacional de los Suelos. El  objetivo de la decisión, aumentar la comprensión de la importancia del suelo para la seguridad alimentaria y las funciones eco sistémicas esenciales.

El suelo es entendido por especialistas como un cuerpo natural, que es sustento central en la vida humana. Es, al mismo tiempo, ese "aliado silencioso" del que habló en diciembre pasado José Graziano Da Silva, Director General de la FAO. Y es también un recurso natural que merece ser estudiado, y muy cuidado por todos. Los que viven en la ciudad, y quienes viven en el campo.

En el cuidado de este recurso, y en la idea de una tarea de verdad sustentable, se apoyan varias buenas prácticas agrícolas. La labranza de conservación, o siembra directa, es uno de esos aportes enormemente valiosos surgidos dese la investigación, el conocimiento y la conciencia el cuidado del suelo, pensando también en el agua, el aire y el conjunto natural. Es una técnica que cuida la retención de materia orgánica y nutrientes en la genuina base del complejo proceso de nada menos que la alimentación.

El muy real y enorme desafío que enfrenta el mundo todo es el de alimentar a los actuales 7 mil 300 millones de personas, que serán en 2050 alrededor de 9 mil millones según diversas estimaciones.

Por eso el suelo es –o debería ser- eje central de la atención. Cuidar recursos para producir bien, y atender una demanda creciente.

Pero a pesar de ser ano internacional, para miles y miles de personas en distintos lugares del planeta, el suelo no es ni prioridad, ni noticia, ni preocupación seria.

Mientras eso pasa, existen organizaciones que trabajan pensando en ese y otros temas que persiguen mejorar deficiencias, carencias y problemas.

Aapresid (Asociación Argentina de Productores en Siembra Directa) es una organización sin fines de lucro de productores rurales de Argentina. Fue fundada en 1989, y tiene su sede en la Ciudad de Rosario, provincia de Santa Fe.

Esta organización realiza un Congreso anual. El que corresponde a este 2015 y a realizarse en agosto en Argentina, bajo la denominación de Biosapiens, invita a un análisis complejo del desafío de producir.

Desde lo técnico y lo conceptual también. El mensaje institucional entre otras definiciones no ha sido menor. La gente de esta organización entiende que “dándole vida al suelo, damos más y mejor vida al mundo”.

No es algo para dejar pasar en un contexto en el que diversas naciones están reconsiderando potenciar la capacidad para cultivar y alimentar, a partir de mejores y más eficientes prácticas.

Sin dudas es una invitación en sí a involucrarse, participar, conocer e interesarse por algo que debiera importarnos más, el cuidado del suelo, el agua y el aire para alimentar al mundo de hoy y al que viene.

Pero vale la pena rescatar un par de mensajes que desde el lanzamiento de la actividad, María Beatriz "Pilu" Giraudo quien está a cargo de la Presidencia de Aapresid, dejó como un verdadero aporte, y llamado general.

“La búsqueda de la sustentabilidad –expresó Giraudo- es una responsabilidad de todos”. Esto seguramente implica el necesario compromiso, en cada núcleo familiar, en cada estamento educativo, privado, de investigación, de comunicación, privado o público, de echar la mirada abajo, ver y pensar en el suelo como sustento.

Y el otro concepto, que me pareció maravilloso, entusiasta, superador, y de calibre altamente positivo, surge de la invitación de María Beatriz Giraudo. “Contagiar y sumar”. 

Esto es, hacer el esfuerzo cada uno, solo de participar, por ejemplo a través de este importante Congreso. También habla de la perspectiva y clara comprensión por parte de la titular de una organización comprometida, del reto que tenemos por delante, pero a partir no de una declamación sino de una invitación puntual.

Y al mismo tiempo, la brillante idea de trasladar a cada lugar, a cada persona, a cada organización, a cada comunidad, la importancia de cuidar los recursos que tenemos, uno de ellos, ese suelo, que representa producción, alimentos, y a la vez, en medio de un paisaje tan difícil y conflictuado en el mundo, un luminoso rayo de esperanza.

HFC 
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