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11/11/15 13:04

Agricultura en foco

Víctor Trucco, pionero de Aapresid, nos invita a realizar una mirada retrospectiva de nuestra agricultura que culmina con una mirada de largo plazo, planteando el desafío de producir más y mejores alimentos y hacerlo de manera sustentable.

Con su mirada de pionero de Aapresid y de Bioceres, Víctor Trucco desafía la mirada urbana de la agricultura y nos invita a reflexionar sobre su importancia en la generación de alimentos, de la mano de la ciencia y la tecnología. Un recorrido de la mano de uno de los innovadores que el agro argentino tiene el orgullo de tener entre sus filas.

La Agricultura argentina en un mundo que requiere alimentos y preservar los recursos naturales.
Material adaptado por Santiago Lorenzatti sobre un trabajo original del Víctor Trucco.

Malthus era un célebre científico fundador de la demografía, economista y matemático. En 1798  publicó la primera edición de su “Ensayo sobre el principio de la población”. El estaba preocupado, veía que la población británica, que se había mantenido estable durante tres siglos, había empezado a crecer a tasas nunca vistas. Fue en ese escenario y de acuerdo al conocimiento de la época, que Malthus pronosticó que los alimentos no alcanzarían y los más pobres, por no tener ingresos suficientes serían los primeros en morir de hambre. Esto ocurría a fines del siglo XVIII.

Afortunadamente los pronósticos de Malthus, no se cumplieron pero su teoría, quedó instalada como una alternativa y la teoría maltusiana, se basa en esa presunción. El ser humano encontró la forma de aumentar los recursos para la alimentación de la población creciente. Si bien no se ha alcanzado erradicar el hambre del Planeta, hoy la agricultura  sostiene una población diez veces mayor a la de entonces. Este proceso tuvo su costo, grandes bosques con sus árboles y su fauna han desaparecido. Hoy somos consientes de que el hombre ha quitado recursos a otras especies, lo cual es inexorable.

trucco

Si bien es deseable y loable, conservar la biodiversidad, es imposible mantener “las relaciones entre las especies”, existentes en la antigüedad. El mundo actual está sesgado hacia la sobrevivencia humana. El desafío ahora consiste en lograr que la supervivencia del hombre tenga lugar preservando los recursos naturales, para que las próximas generaciones puedan hacer lo propio. El desafío tiene que ver con el “desarrollo sustentable”.

Repaso de principios

Debemos poner atención en el hecho de que la vida en el planeta Tierra es posible porque recibimos energía del sol, que es convertida  por las plantas verdes en biomasa vegetal, de la que se alimenta al reino animal, incluido el Hombre. Este proceso, al que se lo conoce como “fotosíntesis”, lo tenemos que conocer cada vez mejor, para aprovecharlo con mayor eficiencia y esto vendrá de mano de la ciencia.

En el reino vegetal tenemos los árboles, cuyas masas boscosas actúan como el pulmón del mundo, secuestrando carbono y generando oxígeno. Esta capacidad también la poseen los cultivos, pero en este caso la energía se emplea en formar granos, que almacenan hidratos de carbono, proteínas, etc; los cuales se emplean en la alimentación humana y  animal.

El crecimiento de la población que preocupaba a Malthus, requirió más producción de cultivos: trigo, maíz, cebada, soja, etc. y esto se logro en parte desplazando bosques e implantando cultivos.

Este avance sobre las tierras boscosas realizado por la agricultura y asociada a las labranzas de los suelos, hizo desaparecer los bosques en las áreas donde se asentaron las primeras civilizaciones. Oriente Medio es un caso y también Europa en otra medida. Vale la pena el comentario, de que también existieron otros procesos, que demandaron la madera de los bosques, entre otras cosas para construir barcos de guerra.

No obstante la agricultura ha sido la actividad humana que permitió, no solo que la población se alimentara, sino que creciera, mejorara su expectativa de vida y que el Hombre pueda dedicarse a otras actividades productivas y culturales, cuya expresión es el mundo actual.

Ahora, el problema tiene que ver con el hecho de que la sociedad, en general ignora estos procesos y desconoce la evolución de los paradigmas relacionados; por lo cual se forman conceptos que se instalan en la sociedad y  se desarrollan  “corrientes de opinión”,  que proponen volver al pasado, sin tener en cuenta que las viejas prácticas agrícolas, tienen baja productividad y producen degradación de los suelos, por lo que tendríamos una expansión agrícola demandante de más tierras; y por los tanto, más superficie agrícolas, más deforestación, más erosión y degradación de suelos.

Norman Borlaug, citaba que en 1950, en el mundo se producían 650 millones de toneladas de cereales, en 600 millones de hectáreas. Es decir la productividad era aproximadamente 1 tonelada de cereales/ha. En el ano 2000, 50 anos después, gracias a la Revolución Verde (empleo de nuevas variedades de semilla, fertilizantes y riego) se producían 1900 toneladas de cereales en 660 millones de hectáreas. Es decir, que la tecnología permitía preservar 1100 millones de hectáreas de bosques. Sin embargo Borlaug, más allá de recibir el Premio Nobel de la Paz, en 1970 por su contribución a resolver el problema del hambre en India y Pakistán, fue atacado por ambientalistas, que se oponían al uso de las tecnologías de la Revolución Verde.

Lamentablemente la ciudadanía ha perdido su contacto con la producción. La vida en las grandes ciudades ha alejado al hombre de la producción, su contacto con los alimentos es el supermercado; y ahí siempre hay alimentos, más allá de donde provengan.

Una primera conclusión: el uso de las tecnologías de la Revolución Verde (RV), ha aumentado la productividad de los cultivos, por lo cual para una producción dada se requiere menos superficie, que con las prácticas agronómicas previas a la RV, sin fertilizantes, sin riego, sin las nuevas semillas. No obstante las técnicas de la RV no eliminaron la erosión y el riego, fue fundamental y es sin duda, lo que permitió la alimentación de una población mundial creciente. Lo que faltaba era lo ocurrió después, con la eliminación de las labranzas con la siembra directa y la mejora de los cultivos.

Primero por medio de la genética clásica y últimamente de mano de la biotecnología, que dio lugar a la modificación  genética de las plantas: los organismos genéticamente modificados, los OGM. En este ámbito el cultivo emblemático fue la soja genéticamente modificada. Esto permitió la expansión fundamental de la soja.

Afortunadamente este proceso de expansión de la agricultura, en Argentina en particular se dio de la mano de la siembra directa, lo que evitó el dano que hubiera ocasionado si este proceso se hubiera sido producido acompanado de labranzas.

Si bien esta es la alternativa mejor, puede ser que no todos los productores lo entiendan así y realicen una expansión de la frontera agropecuaria, sin atender a las buenas prácticas; en esos casos, son abusos y tienen que ser controlados. Pero también se debe saber que se pueden hacer las cosas de otra manera. Es el caso de la siembra directa, que nos permite producir cultivos agrícolas, “sin arar el suelo”; por lo cual podemos tener cultivos sembrados, que tienen un impacto benéfico similar al de los bosques: fijando carbono, aumentando la materia orgánica de los suelos, lo cual constituye la contracara de lo que ha sido la agricultura en el pasado y aún hoy en ciertas partes del mundo.

 

Las tierras arables

En la época de Malthus, se labraba la tierra con arados de reja tirados por bueyes o caballos. Gran parte del abono era el estiércol y los rindes eran bajísimos. La cosecha era a mano con hoz o guadana y la trilla también, era manual. De modo que el escenario era: baja producción, erosión de los suelos, mucho esfuerzo y un costo ecológico por demandar el desmonte permanente, para ofrecer más superficie agrícola, para atender a una población creciente.

Con el tiempo aparecieron las máquinas disenadas por el hombre para hacer mas efectivo el trabajo; la energía fósil reemplazó la atracción animal. Aparecieron los fertilizantes químicos, herbicidas, funguicidas y la genética permitió mejorar la productividad de los cultivos. Las nuevas máquinas e insumos junto al conocimiento agronómico desarrollado en universidades, agencias de extensión, empresas y productores, fueron los artífices de esta hazana.

Esta claro, este proceso tuvo su costo como mencionábamos; entre estos podemos senalar aquellos que son resultado de malas prácticas, por ignorancia o abuso, como ha sido el caso de la contaminación ocasionada por fertilizantes que no fueron a la planta para aumentar su productividad y llegaron a los acuíferos y los ríos, con las consecuencias conocidas. También se produjo la contaminación con agroquímicos, en este aspecto hay que reconocer que en un principio se acudió a productos rudimentarios, pensando en las malezas y las plagas, pero no se pensó en la residualidad de los mismos. Luego la industria química y las regulaciones de seguridad exigidas a los nuevos productos, hicieron más caras la producción de nuevas moléculas, pero también mas seguras.

Presionados por la demanda de alimentos, en primer lugar se avanzó con la superficie labrada y en este intento el hombre descubrió que no todos los suelos y los climas eran compatibles con un productividad rentable. Así en una prueba de ensayo y error, se avanzó sobre zonas que luego hubo que abandonar, dejando atrás páramos y áreas desforestadas, con la consecuente desprotección de los suelos.

Según esa experiencia se clasificaron los suelos y se estableció su aptitud agrícola.  Es decir, la capacidad de producción de los suelos se estableció, según la productividad en un sistema con labranzas. Incluso se establecieron las ecuaciones de pérdida de suelo y los límites de tolerancia de erosión.

Si imaginamos que la agricultura solo es posible, de acuerdo al paradigma descripto, la preocupación es razonable. Estamos en un escenario como el que imaginaba Malthus.

Sin embargo, como veremos, la relación de la agricultura con el suelo puede ser otra, más amigable, más productiva y tiene que ver con la siembra directa.

 

Las tierras sembrables

Así llegamos al comienzo del Siglo XXI, con una preocupación por el ambiente, la contaminación del agua y del aire, el cambio climático, asociada a la agricultura. Por otra parte sigue pendiente, una cifra próxima a los 1000 millones de personas cuya alimentación es deficiente y una población mundial que se incrementa.

Millones de personas se suman cada ano, cada cosecha. Las personas responsables, deseamos que toda la población se pueda alimentar. También estamos convencidos que esto no puede hacerse a costa de la posibilidad, que puedan seguir haciéndolo las próximas generaciones.

Hoy tenemos la posibilidad de producir sin destruir, de seguir empleando la agricultura para alimentar a la Humanidad, no solo conservando los suelos, sino mejorándolos y tratando de recorrer el camino inverso al recorrido, es decir ganando materia orgánica y reconstruyendo la fertilidad física y química de los suelos; incrementando su actividad biológica.  

Al  mismo tiempo, debemos aumentar la productividad de los cultivos, que permita atender las necesidades alimentarias de la población. Esto es posible, pero es necesario un “cambio de paradigmas” y abandonar las labranzas de los suelos. El arado fue necesario en el pasado, pero ya no lo es más.

Por lo tanto, podemos superar los danos consecuentes de su uso. Debemos aplicar un “sistema de siembra directa”, que consiste en no arar, controlar las malezas, rotar los cultivos, dejar los rastrojos para alimentar a la flora y la fauna del suelo para reconstruir fertilidad. De esta forma estamos resolviendo un grave problema de la agricultura, un estigma que la acompano desde su inicio en el Creciente Fértil de Medio Oriente, miles de anos antes de nuestra era.

Por otra parte, cuando el “sistema de siembra directa”, se aplica con el uso de buenas prácticas fundadas en conocimientos científicos, es decir practicando rotación de cultivos, monitoreos de plagas y enfermedades, para efectuar un control integrado de las mismas y los agroquímicos se emplean racionalmente; cuando se efectúa reposición de nutrientes, los impactos negativos se reducen considerablemente.

 

Agricultura Sustentable

De modo que Argentina hoy constituye un ejemplo de agricultura sustentable para el mundo, mas allá de que todavía haya por mejorar, sobre todo porque estamos hablando de una actividad que se realiza por convicción, en ejercicio de la libertad de los productores, no existe una determinación totalitaria para que esto se realice y no todo el mundo hace rotaciones, ni practica el modelo que propiciamos; pero lo importante es que no hay razones para no hacerlo, solo es necesario “darse cuenta” que se puede hacer, los productores líderes lo hacen. Los resultados no han sido buenos solo para los productores, lo han sido para toda la sociedad argentina y para el mundo demandante de alimentos.

 

Bioceres

Las transformaciones que ha experimentado el sector agropecuario en Argentina, también se ha expresado en el espíritu innovador  de los empresarios agropecuarios. Lejos de la idea que se tiene del productor agropecuario, como una imagen paisajista, detenida en el tiempo, atrasada más que conservadora; ha dado lugar a una revolución intelectual, nos ha permitido entender el conocimiento, que está en el fondo de las transformaciones producidas.

El tema es amplio, pero me voy a referir solo a la biotecnología y lo que esto significa para la agricultura. Este proceso de sembrar semillas modificadas genéticamente, nos permitió vislumbrar el futuro de las transformaciones genéticas y el negocio que de ello deviene. Peter Druker, lo conceptualiza como la proyección de “el futuro que ya ocurrió”. Ahora que se pueden transformar las plantas, hacerlas resistentes a herbicidas, al ataque de insectos; tolerante a sequia y salinidad, etc.; ¿cuál será el futuro de los semilleros? ¿Qué estaremos sembrando en algunos anos? Estas consideraciones, empezaron por generar inquietud, consultar con científicos, observar lo que estaba pasando en EEUU especialmente.

Por otra parte, evaluamos la historia científica argentina, advertimos que tres argentinos obtuvieron el Premio Nobel en la ciencia de referencia: Bernardo Houssay; Federico Leloir y Cesar Milstein. Advertimos que sus discípulos están en las instituciones científicas argentinas: CONICET principalmente  y universidades.

Conocimos a algunos de ellos y fue así, que decidimos constituir una empresa para financiar proyectos de investigación. Así nació Bioceres en diciembre del 2001. Al principio fuimos 23 los socios, hoy somos 230 accionistas. Con el tiempo Bioceres se transformó en un holding que controla dos empresas INDEAR SA, empresa que se dedica  a la investigación y desarrollo en biotecnología y Bioceres Semillas, empresa que produce y comercializa semillas, cuyo objetivo es capturar el valor en el futuro de los productos generados en Indear y de nuevas companías que se puedan formar a partir de nuestras fortalezas.

 

Consideraciones finales

Se ha abierto un nuevo camino, la producción agropecuaria ya no es lo que era y también será distinta de lo que es hoy. Es bueno tenerlo en cuenta, los paradigmas evolucionan, debemos comprenderlos y adaptarnos. Así nos desarrollaremos, así se desarrollará el país, así se irán superando problemas que están más allá de nuestra actividad.

No es con mitos, ni atendiendo la demanda de los vendedores de miedos, que especulan y comentan; sino atentos a los progresos científicos, a los cambios de paradigmas y al compromiso con la sustentabilidad de la producción, que podremos progresar como sociedad, como país, como empresas y como individuos. Eso sí, deberemos tener el compromiso de luchar, difundir y mostrar la fortaleza y la seguridad de nuestro desarrollo.

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