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9/8/19 09:10

Edición génica: el INTA y un salto de calidad en biotecnología

El coordinador del Programa Nacional de Bioetecnología del INTA, Sergio Feingold, explicó en el XXVII Congreso de Aapresid los avances que el organismo nacional viene logrando en materia de edición génica.

En el marco del XXVII Congreso de Aapresid 30:10000 ConCiencia Suelo, el coordinador del Programa Nacional de Bioetecnología del INTA, Sergio Feingold, dio a conocer los últimos avances en materia de edición génica, donde su equipo de la estación experimental de Balcarce viene trabajando en la mejora de la papa, y vislumbró el potencial que este complejo trabajo de manipulación a nivel del ADN puede tener en animales y vegetales de la cadena agroalimentaria del país.

 

—¿De qué se trata la edición génica y cómo empezaron a trabajar con esta tecnología en la Argentina?

 

—Fue en el 2012. La edición génica inicialmente se llamó mutagénesis dirigida, porque tiene la posibilidad de cambiar una parte del ADN de manera orientada. Se llama a “edición” porque se edita un genoma como si fuera un archivo de texto de Word. Básicamente, además de tener la capacidad técnica de realizar eso, que se hace dentro de una célula con una maquinaria riboproteica, con pedazos de RNA y de proteínas, y el desafío es que a partir de eso que sucede dentro de la célula, generar o regenerar una planta. Además de tener esa capacidad técnica es necesario saber cuáles son los genes a modificar y para qué. En ese sentido se democratiza la tecnología porque el conocimiento es el que dirige el camino de la innovación. La edición génica es una nueva tecnología que tiene la potencialidad de asistir al mejoramiento de una manera novedosa. No es un reemplazo de los transgénicos sino una complementación y tiene una percepción por parte de la regulatoria bastante interesante porque si uno puede asegurar que en el desarrollo de la edición génica no hay ADN foráneo, de otro organismo, no tiene ningún tipo de regulación especial como tienen los transgénica sino como la que puede tener cualquier creación fitogenética generada por mutagénesis o por mejoramiento convencional. Hoy muchos países de Sudamérica y especialmente Estados Unidos y Canadá estamos alineados en el concepto de que si se genera algo a partir del mejoramiento convencional o mutagénesis con agentes físicos o químicos va a tener el mismo tratamiento regulatorio que la edición génica. Eso abre el juego a un montón de iniciativas e innovaciones de la industria privada -sobre todo de pequenas y medianas empresas- y también de instituciones públicas de investigación como el INTA y las universidades.

 

—¿Qué proyectos vienen desarrollando en el INTA? 

 

—En nuestro caso particular hemos editado papa en un gen específico que es el que produce el pardiamiento enzimático, que es la oxidación que sufre cuando se la expone al aire. Eso que parece un detalle estético impacta en el sabor y la calidad, y sobre todo en el productor. Porque cuando se cosechan o cuando se almacenan, las papas se golpean, se cortan, sufren danos. Logramos una papa que cuando se corta no se oxida, no se pone marrón. Y esto ayuda, porque los tiempos entre el pelado y el procesado de la papa fresca en la industria son muy cortos y afectan al producto. Un ejemplo que puedo mencionar es una papa desarrollada por el INTA junto con la empresa MCCain que es especialmente buena para fritar. Se llama Frital INTA y no está en producción ni en procesamiento porque sufre mucho este tema del pardiamiento. Entonces desde que se corta hasta que llega a la freidora se pone oscura y entonces no puede ser utilizada. Entonces, con la edición génica nosotros podemos mejorar esa papa específicamente en ese carácter, como lo hicimos con otras papas a nivel investigativo.

 

—¿En el mediano plazo estos avances pueden mejorar la oferta alimenticia?

 

—Claramente sí. Hoy no existe en el mundo ningún cultivo editado genéticamente para comercialización pero que sí están aprobados para ello.  Muchos son de las grandes empresas y otros de pequenas y medianas. China está invirtiendo mucho dinero en edición génica. Hay como 6 mil personas trabajando en eso. Es algo así como un INTA entero trabajando en cultivos para consumo, y eso es porque tienen en claro que pronto tendrán 1.400 millones de personas para alimentar. Se abre un gran panorama. Básicamente esta tecnología permite muchas cosas: tener buena calidad, pero también aumentar los rendimientos, el valor nutricional, y sobre todo, disminuir los descartes, como el caso de la papa. Se está trabajando en la vida del tomate en estantería. Y modificando los cultivos para agregar valor: una soja que pueda ser digerida por monogástricos; es decir, para consumo humano sin tratamiento previo, y también como alimento balanceado para peces, aves y cerdos.

 

—Además de la papa ¿Con qué se encuentran experimentando en el INTA?

 

—Estamos armando proyectos en soja y en alfalfa, tanto para resistencia a herbicidas como para aumento de la productividad y aumento de la vida útil. También hay proyectos en lechuga. Hay un grupo de INTA Balcarce que trabaja en bio-reproducción que está haciendo edición génica en vacas lecheras eliminando un gen que produce una proteína (la betalactoglobulina) que es alergénica para el 5 por ciento de la población humana. Al apagar ese gen se evita la producción de esa proteína que produce alergia y así obtenemos una leche hipoalergénica. El INTA está haciendo un gran esfuerzo para trabajar en estas tecnologías en un contexto de baja presupuestaria.

 

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