12/6/15, 14:03
Agricultura en Paraguay
El renacer de un país donde la estabilidad económica, la baja presión impositiva, la escasa deuda externa y las altas tasas de crecimiento atraen hoy a cientos de inversores del resto del Mercosur que apuestan a la actividad.
Si bien se habla de la expansión de la soja en Brasil o Argentina, en Paraguay y Uruguay también se vivió el mismo fenómeno. Paraguay y los paraguayos se conocen en nuestro país por meras anécdotas, pero los cientos de inversores argentinos y del resto del Mercosur, que apuestan a la agricultura en el país vecino, fundamentan su decisión en variables realistas y efectivas. En particular, un país con una economía estable, baja presión impositiva, casi sin deuda externa y con tasas de crecimiento de las más altas del continente.
La Figura 1 muestra las áreas cubiertas de bosques en Paraguay en dos periodos de su historia. Fue un verdadero desastre ambiental, la madera se quemaba y los árboles se reducían a tocones. Luego se sembraban pasturas de gramíneas tropicales, a veces con avión, y se poblaba con ganado cebú. Afortunadamente hoy ya no es posible desmontar, gracias a una astringente ley ambiental redactada a partir de la que fuera dictada en Brasil, también tras el shock por el avance del desmonte en el sur de la Amazonia (Ley 294/1993).
La misma indica que cada propietario debe presentar un plan de manejo comprometiéndose, en aquellos casos donde la floresta nativa (degradada por cierto ya que las maderas nobles son cada vez más escasas) sea menor al 25 %, a reforestar con especies nativas.
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Desde entonces, el país vivió el viento de cola que nos tocó y el área agrícola desplazó al área ganadera de la región oriental - normalmente la de engorde, ya que la cría se hacía en la región occidental, o “el Chaco” -, cultivándose principalmente con soja.
Aún existen más de 1 millón de hectáreas posibles de pasar a rotaciones agrícolas de soja y maíz, con trigo en el sur. Poner dicha superficie en valor agrícola requiere de una importante inversión, destinada entre otras cuestiones a realizar destronques - ya que el desmonte al que aludíamos al principio fue sólo para arrasar en su momento con los árboles y para poblarlo con ganado -, obras de conservación, terrazas y de re-forestación de áreas vecinas a los cursos de agua.
A partir de mediados del 2001 comenzó la meteórica suba de precios de la soja y otros granos - pareciendo un rebote a la caída que venía desde 1997 -, que culminó con la fuerte caída en el 2008. No obstante a estos avatares de precios, la expansión agrícola en Paraguay continúo sin prisa ni pausa, con leves cambios en su velocidad (Figura 2).
Las causas de la expansión de la agricultura en Paraguay fueron similares a las que ocurren en otros países del Mercosur y del mundo, particularmente en África. Impulsada por la demanda, la soja fue la locomotora del cambio, colonizando nuevas tierras y desplazando a la ganadería o a otros cultivos. Varios factores han contribuido a este proceso, entre ellos muchos avances tecnológicos y hasta ciertos “accidentes”, como la difusión de la enfermedad espongiforme bovina o “vaca loca” (Enfermedad de Creutzfeldt-Jakob, EEB) en 2002, que prohibió el uso de proteínas de origen animal para la alimentación del ganado, impulsando la demanda de aquellas provenientes de la oleaginosa.
El éxito del negocio de la soja derivado del enorme crecimiento en la producción, comercio y utilización mundial, generó cambios a nivel de unidad productiva en toda la región del Mercosur, incluyendo Paraguay. Estos cambios trajeron al país a las cuatro mayores companías agroalimentarias transnacionales, las llamadas ABCD (Archer Daniel Midland, ó ADM, Bunge, Cargill y Louis Dreyfus) que ejercen una influencia fundamental en el comercio, molienda, provisión de insumos y producción de carnes (si bien Cargill ya tenía una planta de procesado allí).
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Con el avance de la agricultura se observó también un sostenido crecimiento del precio de la tierra, paralelo al precio de los comodities y acompanado por una importante afluencia de productores inversores desde Argentina, Uruguay y Brasil. Si bien la capitalización posible y probable de las tierras - aún baratas en la frontera de la expansión - fue el motor de este proceso, la baja presión impositiva significó asimismo un fuerte estímulo. Paraguay exigía un 10 % de IVA y un 10 % de impuesto a las ganancias comparado con la creciente imposición en los países vecinos (Tabla 1), sin mencionar las retenciones en el país desde el 2003 y creciente al 2007. Muchos de los conocidos pooles de siembra locales (El Tejar, MSU, Los Grobo, y Calix, entre otros) abrieron entonces sus oficinas en Ciudad del Este o Asunción y comenzaron a buscar tierras para arrendar o comprar.
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Una diferencia sustancial entre pooles de siembra argentinos y paraguayos reside en que en este último país no existe la figura del contratista. Por eso, encarar una producción agrícola de escala, sin fondear recursos propios o asumir deuda bancaria sobre un capital importante en maquinaria agrícola, precisaba de otra estrategia. La asumida por algunas empresas fue la asociación con otros productores, a quienes por contrato se les aseguró el trabajo de preparación de suelos, siembra, pulverización y cosecha. Estos entonces, asumieron los compromisos y tomaron los créditos necesarios para adquirir la maquinaria y así cumplir el contrato.
La base de esta expansión fue la soja (Figura 2), sembrada a lo largo de una larga ventana desde septiembre hasta enero y rotada con maíz de segunda, zafrina (mayormente al norte del paralelo 26 donde las temperaturas y periodos libres de heladas permiten su siembra desde enero hasta mayo) o trigo (más hacia el sur, donde los riesgos de heladas tardías durante la floración y llenado de granos desplazan a la zafrina como opción).
Casi todo se realiza en siembra directa (el 90% de la agricultura del Paraguay se lleva bajo este sistema). La fertilización incluye mezclas físicas, con suficiente fósforo y potasio para la soja, estando el azufre normalmente incluido en las fuentes fosfatadas de la mezcla (como superfosfato simple). Para el maíz y el trigo las mezclas de base tienen algo de nitrógeno, y eventualmente dichos cultivos reciben algún adicional - escaso - de este nutriente más adelante (en cobertura). La presión de plagas y enfermedades es fuerte y las mismas son tratadas con mucha más frecuencia que en nuestras regiones. Las recientes habilitaciones de semillas con eventos como Bt han facilitado mucho el control pero, por otro lado, enfermedades como la roya de la soja y del maíz - entre otras enfermedades de fin de ciclo – han fomentado un gran mercado para los funguicidas comerciales.
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No obstante este escenario, existen muchas limitaciones en cuanto clima, el cual es inestable y con elevadas variaciones interanuales. Sequias como las de 2006, 2009 y 2012 resultan en quebrantos de los productores y por extensión, de la cadena comercial (Figura 3). Dado que una gran parte de la campana se hace con deuda bancaria y comercial, el factor climático se hace sentir en toda la economía del país. Por esa razón, así como ocurre en Brasil o Argentina - donde los rendimiento unitarios son más bajos -, la estrategia de producción se basa en más de un cultivo al ano, donde una rotación bien manejada puede incluir entre 2,5 y 2,7 cultivos por ciclo anual.
Aún restan muchas miles de hectáreas de suelos aptos para la intensificación de uso, ya sea ganaderos, con pasturas o agrícolas, con granos. Sólo en el Chaco Central hay enormes superficies para ser habilitadas, con suelos aptos y lluvias adecuadas. Si bien para los paraguayos el Chaco tiene “mala prensa”, lo real es que está sobre las mismas isohietas que nuestra provincia del Chaco, donde se cultivan cerca de 1,4 millones de hectáreas de granos y algodón. Prueba tangible de ello son las colonias menonitas en Filadelfia y Loma Plata.
Los frigoríficos de las cooperativas Chortitzer, Fernheim y Neuland faenan 360.000 animales vacunos por ano, el 80% de esta carne es exportada a exigentes mercados del mundo. Allí se producen e industrializan más de 110 millones de litros de leche anualmente. La superficie cultivada con maní, sorgo, sésamo, algodón y tártago alcanza unos 25.000 a 30.000 hectáreas cada ano, con productividades cercanas al potencial del ganado lechero, granos para suplementación y manejo de las aguadas con la tecnología más apropiada. No hay riego, pero con adecuada sistematización del suelo se logra la captación de las aguas superficiales durante las lluvias del periodo primavero-estival, que se acumulan en reservorios.
El avance continúa, y la corriente de inversiones en infraestructura no se detiene. El área de Villeta sobre el Rio Paraguay (25 km al sur de Asunción) se ha trasformado en un polo agroindustrial de envergadura con puertos, plantas de 'crushing', astilleros de barcazas, terminales de fertilizantes y de combustibles, así como servicios conexos. Ya están casi olvidados los tiempos en que la diplomacia paraguaya “se la veía difícil” para acordar condiciones de exportación con los vecinos. Primero tuvo las limitaciones del puerto de Paranaguá, en el estado de Paraná en Brasil, que prohibió la salida de soja paraguaya con la excusa de que la misma estaba mezclada con soja RR, esta última no autorizada en Brasil aunque contrabandeada sin límites desde Argentina.
Luego las complicaciones impositivas de nuestro país prohibieron procesar la soja paraguaya en las fábricas locales, impidiendo agregar valor a la producción y resintiendo el empleo. Hoy existe en Paraguay capacidad instalada para procesar 4,5 millones de soja por ano, más de la mitad de la producción actual, pero que seguramente quedará corta al paso que se avanza. Los problemas no terminan. Las asimetrías laborales y regulatorias con Argentina continúan para el uso de los puertos locales, provocando que todo el tráfico y trasbordo se vaya desplazando hacia los puertos de Uruguay, ya sea de contenedores o graneles. En nueva Palmira sobre el rio Uruguay, hoy se hace prácticamente todo el trasbordo de granos y de fertilizantes, rio abajo y rio arriba respectivamente.
Por último, y más allá de las cifras y de su importancia relativa, queda expresar lo que significa la agricultura en la comunidad rural de Paraguay. Pueblos enteros, como Santa Rita, San Alberto o Katuete, han crecido y viven gracias a la agricultura. Desde las gomerías y restaurantes a la vera de las rutas, donde paran los camioneros que transportan la soja a los puertos, hasta los trabajadores de las industrias metalmecánicas que fabrican repuestos para cosechadoras o máquinas para inocular, todos viven del maíz, la soja y de otros granos.
Con alguna envidia se observa como el país vecino, con una triste historia de dictadura e inestabilidad política que duró más de 40 anos, hoy es uno de los que posee los indicadores macroeconómicos más favorables de la región y con proyecciones de crecimiento al tope de los países sudamericanos (Figura 4). Casi sin inflación, con un mercado laboral más dinámico, una moneda estable, créditos para la producción, líneas de financiamiento comercial de insumos de hasta un ano y con intereses razonables, hacen del sector agrícola la base económica del país.
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Autor: Ing Agr. PhD Ricardo Melgar
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