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18/3/16 15:47

Hacia una intensificación agrícola sustentable

Sí a la rotación de cultivos. Una alternativa viable. El cuidado del suelo en primer plano.

 

Uno de los grandes desafíos del siglo XXI consiste en optimizar el uso de los recursos a los fines de responder a la demanda de alimentos. Si bien una opción es incorporar nuevas tierras al proceso productivo, es fundamental evaluar cuanto puede ampliarse la frontera agrícola antes que el riesgo de degradación de los recursos naturales, o la pérdida de biodiversidad alcance niveles inaceptables.


Terminar los procesos de degradación del monocultivo.

La observación corresponde a la Ing. Laura Ferreras, de la Facultad de Ciencias Agrarias de la Universidad Nacional de Rosario (UNR), quién desde hace un tiempo viene profundizando la idea sobre cómo intensificar la producción para consolidar un nuevo modelo productivo.

Ferreras, estima que la intensificación agrícola sustentable es una alternativa viable, ya que permite incrementar la producción sin perjuicios para la sociedad, puesto que se basa en obtener la máxima eficiencia por unidad de recurso e insumo involucrado.

“Está claro, que la expansión masiva de la soja en nuestro país respondió a su elevada rentabilidad (costos de producción y precio del grano), además de su gran capacidad de adaptación frente a cambios en el ambiente”.

Sin embargo, el monocultivo como modelo productivo ha profundizado los procesos de degradación y erosión del suelo, debido a un menor aporte de residuos y, como consecuencia, un impacto negativo en el balance de carbono. Otro factor negativo es la falta de diversificación de cultivos, que puede facilitar una rápida propagación de plagas y enfermedades, que tornan al sistema más vulnerable.

Sabemos, que más allá de optimizar los rendimientos a través de programas de fertilización para superar estos inconvenientes; resulta esencial disenar estrategias adaptadas a cada ambiente, con el objetivo de maximizar la captura de los recursos (radiación, agua y nutrientes).

“Es necesario conocer su disponibilidad y distribución temporal. Intensificar la producción consiste en realizar más cultivos por unidad de tiempo y superficie, procurando la mayor ocupación del suelo con el objetivo de conservar el capital natural”, subraya Ferreras.

Al mismo tiempo, remarca alternativas como la inclusión de gramíneas que aporten grandes volúmenes de rastrojo, la implementación de los cultivos de cobertura y un aumento en la frecuencia de cultivos invernales frente al monocultivo de soja; pero sin excluir a este cultivo del modelo productivo.

El dato, permite que -a través de estas prácticas- se incremente el contenido de carbono del suelo, como principal componente de la materia orgánica. También, un mayor aporte de carbono a través de la biomasa aérea.
“La presencia de raíces vivas durante un período de tiempo más prolongado, provoca un estímulo en la población microbiana. Los micro-organismos son los encargados de liberar enzimas y diferentes sustancias que favorecen el funcionamiento y las interacciones entre los componentes del suelo. Además, una mayor cobertura en superficie previene procesos de erosión y se incrementa la infiltración”.

Es importante comprender que se producen cambios en la estructura, mejorando el movimiento de fluidos y el aprovechamiento del agua. Por mineralización de la materia orgánica, se aumenta la provisión de nutrientes para la planta, con una mayor eficiencia en el uso de fertilizantes.

“Un modelo productivo de estas características, que contribuye a aumentar el contenido de materia orgánica del suelo y genera un impacto positivo en su condición física, química y biológica".

Hablamos de “sustentabilidad ambiental”, en el marco de una importante reducción en la emisión de CO2 a la atmósfera, a través del secuestro de carbono en el suelo.

Suelos en buen estado

Para muchos especialistas, mantener un buen estado físico en los suelos es uno de los dilemas más crecientes en la producción agropecuaria.

Miguel Angel Taboada, director del Instituto de Suelos del INTA, remarca que cada vez más, la industria semillera, libera al mercado materiales de soja, maíz o trigo con potenciales de rendimiento mayores, aunque esos rendimientos -realmente alcanzados en el campo- son bastante inferiores a esos potenciales.

El dato, muestra brechas medias de rendimiento respecto al máximo posible que –en secano- varían entre un 30 y 40 % para maíz, soja y trigo.

“Lo ideal, es no conformarse con esta situación, basada en ofrecer suelos sub-potenciados a cultivos potenciados”. Entonces una primera aproximación  o respuesta de cambios y mejoras, comienza con observar  el esquema de partición de los destinos del agua de lluvia" (Figura 1).

“En condiciones de secano dependemos de la cantidad y distribución del agua que generan las precipitaciones, aspecto que hasta cierto punto podemos mejorar con la decisión de la fecha de siembra”.

Si a la rotación de cultivos

De dicha figura surge una primera forma de aprovechar mejor el agua de lluvia, minimizando las pérdidas por escurrimiento, evaporación y drenaje profundo. De estas tres, las 2 primeras se minimizan usando sistemas de siembra en cubierta, como SD combinada con rotaciones que dejen cobertura en los suelos.

En suelos sin pendientes pronunciadas es suficiente con esto, para minimizar escurrimientos superficiales. Sin embargo, en suelos con pendientes se hace necesario realizar obras de infraestructura, como terrazas o cultivos en contorno.

Taboada, destaca que la precipitación efectiva (agua total que ingresa al suelo), depende -en gran parte- de la profundidad efectiva del suelo, aspecto que no puede ser manejado.

“Del resto del agua almacenada,  no toda ella es extraída por los cultivos”. Acá intervienen malezas o no es extraída por las raíces de ninguna planta. Ahora, si realizamos un eficiente control de malezas, el resto del agua almacenada en los perfiles debería ser –efectivamente- extraída por las raíces. “Se debe maximizar la eficiencia de conversión en materia seca o biomasa del cultivo, y luego de esta biomasa producida. Es decir, una proporción elevada debe ser transformada en grano, a través del índice de cosecha”.

 

Estabilidad y Resiliencia

Ahora, el estado físico del suelo, nuclea dos aspectos que deben ser tenidos en cuenta.

En primer lugar, el tipo, estabilidad y resiliencia de su estructura. Se trata de la organización de las partículas del suelo en forma de agregados y cualidades dependientes en gran parte de su manejo, propiedades esenciales como la aireación, la retención de agua y la conductividad hidráulica.

En segundo término, la profundidad efectiva de enraizamiento del perfil, la cual no depende del manejo y se limita con la presencia de impedancias mecánicas o napas freáticas.

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La presencia de estructuras de mala calidad en la superficie limita la entrada de agua al suelo, causando episodios de encharcamiento o fomentando la ocurrencia de inundaciones agravadas por el cambio climático.

Estos episodios no sólo afectan la aireación de los cultivos, sino que también promueven la ocurrencia de perdidas  gaseosas de N. La presencia de zonas masivas en el perfil, no solo impide y limita el crecimiento de las raíces, sino que también puede afectar al suelo inmediatamente por debajo (“efecto sombreado”).

Esto es malo no sólo porque desaprovecha importantes volúmenes de agua almacenados en poros de pequeno tamano (alta retención), sino también porque puede limitar la absorción de nutrientes poco móviles como el fósforo. Los productores, debemos saber que existen beneficios concretos de mantener un buen estado físico en los suelos, lo cuales no solo se logran con aumentar los rendimientos y cerrar brechas con los potenciales,

“Debemos realizar un aprovechamiento efectivo de los nutrientes y servicios ecosistémicos como la regulación de inundaciones”, entre algunos aspectos.

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Datos técnicos

Los sistemas de producción con baja intensificación dan lugar a tipos de estructura poco favorables (laminares y masivas). Este tipo de estructuras tiende a minimizarse con dobles cultivos trigo - soja, cultivos de cobertura y gramíneas estivales (maíz y sorgo).

Las estructuras desfavorables afectan negativamente la distribución de raíces y la absorción de agua y nutrientes (P). El deficiente estado físico genera brechas de rendimiento en los cultivos y afecta servicios ecosistémicos esenciales.

Existe relación entre una mala calidad de los suelos, el encharcamiento y las pérdidas gaseosas de N.

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