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13/8/15 16:07

Pasión por la SD

Descubramos los motivos que nos hacen verdaderos apasionados por la Siembra Directa. La historia de una revolución y los desafíos.

 

La evolución silenciosa de la siembra directa y el desafío de las rotaciones

Autores: Lorenzatti S.1, 2 y Romagnoli J.3.

1- Gerente General de Grupo Romagnoli; 2- Director Adjunto de Prospectiva Aapresid; 3- Presidente Honorario de Aapresid, Presidente Grupo Romagnoli.

 

Según Víctor Trucco “la SD reemplazó el paradigma reinante, proponiendo una nueva agricultura tendiente a resolver la disyuntiva entre productividad y ambiente”. Desde un enfoque amplio y sistémico, la SD ha permitido el aumento de los pisos de rinde y de la productividad, protegiendo al suelo frente a la erosión, mejorando la fertilidad física y química, haciendo más eficiente la economía del agua, reduciendo el consumo de combustibles fósiles lo cual, sumado a la menor emisión de dióxido de carbono y al mayor secuestro de carbono, ayuda a mitigar el efecto invernadero.

Sin embargo, se accederá a todos los beneficios siempre que se comprenda la complejidad de los agro-ecosistemas en los que se trabaja y para ello deberá plantearse, además de la ausencia de remoción, una rotación y una estrategia de fertilización ajustadas a cada ambiente, así como tecnologías de proceso y de producto que permitan un uso más eficiente de insumos con un menor impacto ambiental, tales como el manejo integrado de plagas, malezas y enfermedades.

El 50% de la superficie argentina en “siembra directa” corresponde a hectáreas cultivadas bajo una visión simplista que sólo la toma como una tecnología puntual. Pareciera que en buena parte de los productores está presente la idea errónea de que al “sembrar sin arar” se elimina todo riesgo de deterioro o degradación, con lo cual quedan habilitados para instaurar cultivos de máximo retorno económico, consiguiendo así el pasaporte de “conservacionista y empresario exitoso” (Romagnoli, 2003).

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Pareciera ser que las reglas del mercado imponen un comportamiento empresario en función a los resultados inmediatos, basados en la ecuación costo-beneficios, alejando al productor del análisis encuadrado en la lógica de la sustentabilidad para lograr beneficios permanentes a través del tiempo”, destaca Romagnoli.

Los tiempos de los procesos biológicos son diferentes respecto de las necesidades cotidianas del hombre, que cada vez más acelerado presiona sobre el ecosistema desplazando la banda de equilibrio a un nuevo punto, seguramente de mayor fragilidad (Romagnoli, 2003).

Es momento entonces de plantear una nueva agricultura, basada en la interpretación de la oferta ambiental y en la adecuación de una estrategia productiva que maximice el uso eficiente de esos recursos disponibles e incorpore aquellos insumos externos limitantes, de manera de apuntar a una producción sustentable. Una agricultura que, en términos energéticos, maximice la eficiencia de transformación de la energía disponible - ofrecida por los recursos naturales y los insumos externos- y su “almacenamiento” en forma de alimentos y biocombustibles.

Esta agricultura exige la incorporación de los conocimientos que la ciencia genera en áreas como la ecología, ecofisiología, genética, nutrición y protección de adversidades bióticas y abióticas. En ese camino, las rotaciones adquieren un rol clave como herramienta para diversificar riesgos productivos, inhibir el desarrollo de ciertos patógenos, apuntar a un uso balanceado de nutrientes, mejorar las condiciones físicas y bioquímicas del suelo y generar un equilibrio en las poblaciones de microorganismos del suelo.

Pero de la misma forma, no bastará con establecer una secuencia determinada y mantenerla indefinidamente en el tiempo, sino que es preciso censar y monitorear las condiciones de suelo a lo largo de los anos, para asegurar el éxito de un sistema de rotación de cultivos.

 

Nacido en “la tierra de la Siembra Directa”.

En el 95 Gabriel Pellizzon egresó de la Facultad de Agronomía sabiendo todo lo que había que saber para poner a punto un arado, pero afortunadamente este joven ingeniero había nacido en la misma tierra donde se gestaría la revolución de la SD, tierra de pioneros: Peiretti, Fogante, Romagnoli, Ghío, Rosso y Gilardoni, entre otros.

Recién salido de la facultad se sumó a la Regional Los Surgentes-Inriville y a “Aapresid Joven”, participando del “Instituto de Capacitación”, creado con el objetivo de brindar cursos de difusión de la SD a lo largo y a lo ancho del país. “Mientras INTA pregonaba la labranza reducida y la construcción de terrazas, nosotros encarábamos allá por el 96 los primeros ‘días de campo’ – hoy UPAs - donde presentábamos ensayos bajo SD”, reflexiona Gabriel mientras recuerda la grave problemática de erosión hídrica que vivía la zona y que obligaba a pensar en alternativas de producción y técnicas diferentes.

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Hubo dificultades hasta “encontrarle la vuelta”, fundamentalmente en términos de adaptación de las sembradoras, que debían ser capaces de depositar las semillas sobre suelos con anos de labranza convencional, compactados, desnudos y duros. Hubo que permanecer pacientes, frente a la caída de los rindes que inicialmente experimentaban los cultivos sembrados en directa, y firmes en la tarea de convencer a productores con anos de historia en labranza convencional. “Recuerdo a Horacio Agüero, en uno de los cursos que dimos, hablándole de SD nada menos que al ‘Campeón de arada’, productor ganador del premio que por ese entonces otorgaba INTA a quien lograra la mejor performance en la labor”, cuenta entre risas Gabriel.

Hoy, mirando hacia atrás Pellizzon toma dimensión de los logros obtenidos. “El objetivo inicial de la SD era bajar la erosión, pero después nos encontramos con mejoras en la estructura del suelo, en la infiltración, en el aprovechamiento de los insumos y por supuesto en la producción. 25 anos atrás no imaginabaque algún día hablaría de maíces de 120 qq, ni que participaría de iniciativas como Bioceres o INDEAR. A pesar de ello, y aun sabiendo que sin ella tendríamos hoy una agricultura simple y de subsistencia, incapaz de aportar al bienestar de nuestra sociedad, la SD nunca contó con el apoyo desde el Estado, como parte de una política pública” concluye Gabriel.

Siembra Directa para una agricultura sustentable

Autor: Ing. Agr. Rodolfo C. Gil, Instituto de Suelos, INTA Castelar.

Si bien desde sus orígenes el hombre modifica el ambiente para aumentar la producción de alimentos, los avances tecnológicos que condujeron a una modificación cada vez más intensa del mismo,se tradujeron no sólo en un espectacular crecimiento de la producción - y un correlativo aumento demográfico -, sino también en serios efectos negativos que llevan hoy a la necesidad de replantear los sistemas productivos.

Los fundamentos teóricos de la agricultura conservacionista en su conjunto, y de la Siembra Directa (SD) como exponente, se ajustaron en gran medida a los requerimientos de este replanteo. Sin embargo, ello no significa que se hayan logrado sistemas “sustentables”, menos aún para la gama de ambientes que caracteriza nuestro territorio. Para ello es necesario entender a la SD, no como la técnica de "sembrar directamente", sino como un "agro-ecosistema" optimizado que se sustenta en la protección del suelo con la cubierta vegetal, en el adecuado balance de carbono, en la biodiversidad (con un suelo activo y rotaciones intensificadas), en la no contaminación del ambiente y en el uso eficiente de los recursos: agua (ver recuadro: La SD y la productividad del agua), luz y nutrientes.

Este “agro-ecosistema” requiere ser ajustado y optimizado en cada uno de esos ambientes, poniendo en armonía todos los componentes involucrados: el suelo, el clima, el cultivo y el hombre, para alcanzar la máxima expresión de productividad y estabilidad ambiental. En ese camino es requisito fundamental entender cómo funciona ese agro-ecosistema, comprendiendo los cambios que en él se generan, su dinámica y los factores que los causan.

La SD desplazó el modelo  de producción tradicional - basado en modificar los factores ambientales a fin de que la planta pudiera expresar su máximo potencial de rendimiento para extrapolar luego, y casi sin modificaciones, el paquete resultante a casi todos los agro-ecosistemas del mundo –por un nuevo paradigma, basado en ajustar la tecnología y la planta para que sea el propio ambiente el que exprese su potencial de producción con el mínimo disturbio.

Entender esta diferencia es el punto de partida para comenzar el camino de la “optimización”. Un camino que nos exige apartarnos de la cultura del promedio, de las recetas generalizadas, para entrar en el conocimiento de la variabilidad ambiental y productiva (espacial y temporal).

Buscar este cambio impone: 1) generar conocimiento, 2) adaptarlo a cada situación particular y 3) difundirlo para que las soluciones lleguen a los usuarios. Debemos unir el conocimiento empírico con el científico: obtener información de calidad y en forma rápida impone la obligación de abordar los estudios con un enfoque científico multidisciplinario y con la participación de los agricultores, que en articulación con las empresas y con las instituciones del conocimiento,son una pieza clave para el desarrollo sustentable, ya que constituyen tanto la fuente de demanda, como los destinatarios finales y los principales transmisores de las nuevas tecnologías.

 

La SD y la productividad del agua

El agua fue considerada desde siempre como el factor que más incide en la producción de alimentos en el mundo. Esto se entiende claramente si se parte de la base que un cultivo de maíz  por cada milímetro de agua que transpira durante su ciclo puede producir  entre 20 y 24 kg de granos por hectárea,  soja y girasol entre 6 a 9 kg, y trigo  entre 10 a 14 kg/ha, con lo cual  para obtener una cosecha satisfactoria se requerirán un total de 500 a 600 mm.  

Pero ese volumen de agua deberá ser extraído del suelo a través de las raíces, desde la siembra hasta la madurez de cosecha. Cabe entonces entender que el suelo se constituye en un silo de agua, cuya capacidad de almacenaje dependerá básicamente de la textura (proporción de arcilla, limo y arena),  y de la profundidad  que alcancen las raíces (que normalmente superan el metro).

Si tenemos en cuenta que la mayoría de los suelos de la región chaco-pampeana pueden almacenar en un metro de profundidad alrededor de 120 a 150 mm de agua disponible para los cultivos, deducimos que aún sembrando en un  suelo totalmente cargado, no alcanza para  satisfacer los requerimientos totales; y que será necesario  recargarlo con la infiltración de las lluvias que ocurran durante el ciclo de producción, procurando reducir al máximo las pérdidas de agua innecesarias que se generan por evaporación y escurrimiento superficial.  

En ese sentido la Siembra Directa como sistema de producción, ha dado sobradas pruebas de eficacia en el aprovechamiento del agua, superando en más del 50% a los sistemas tradicionales. Esto también se comprende claramente si recordamos que el principio de la siembra directa es la no remoción del suelo y la permanencia de los rastrojos sobre la superficie del mismo, que impacta positivamente sobre la materia orgánica del suelo y sobre su estructura porosa más estable. De esa manera se mejora el balance del agua para las plantas por una mayor infiltración,  menor escurrimiento y menor evaporación. Así, el agua se irá del campo preferentemente por la transpiración de los cultivos, que es la única salida de agua rentable y sustentable.

 

Ing. Agr. Rodolfo C. Gil
Instituto de Suelos. INTA Castelar para Clarín Rural, 24de septiembre de 2008

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