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Pasto cubano: una amenaza creciente en los sistemas agrícolas del NOA
Tithonia tubaeformis o pasto cubano viene ganando terreno en el NOA, destacándose por su dispersión, adaptación y dificultad en el manejo. En esta nota analizamos su dinámica poblacional y posibles estrategias de control de la mano de referentes regionale
Figura 1. Pasto cubano en el NOA. Créditos: Sebastián Sabaté
Tithonia tubaeformis, “pasto cubano”, “botón de oro” o “girasolillo”, es una especie de la familia Asteráceas originaria de centroamérica que, si bien está citada hace décadas en el NOA, en los últimos años ha cobrado relevancia como problema creciente en los sistemas productivos del noroeste argentino en cultivos como caña de azúcar. Se trata de una planta herbácea anual o bianual, de porte erecto, que puede alcanzar entre 1 y 3 metros de altura. Presenta tallos angulosos, ramificados y ligeramente pubescentes, de color verde a morado en la base. Sus hojas son alternas, simples, lanceoladas a ovadas, con márgenes dentados y superficie rugosa al tacto, entre 10 y 30 cm de largo.
La inflorescencia es un capítulo típico de las Asteraceas, con flores liguladas de color amarillo-anaranjado en la perisferia y flores tubulosas más pequeñas en el centro. El fruto es un aquenio provisto de vilano, lo que favorece su dispersión por el viento. Esta morfología le permite adaptarse fácilmente a diversos ambientes, mostrando un crecimiento vigoroso y comportamiento potencialmente invasivo.
Una maleza en expansión
Históricamente restringida a Salta y Jujuy, su presencia se ha expandido significativamente hacia el sur hasta el norte de Catamarca (ArgentiNat, 2025). Se ha consolidado como una maleza de difícil manejo en la provincia de Tucumán, inicialmente en el departamento de Burruyacu, pero ya con adaptación en zonas del centro y del sur provincial. También se han reportado focos incipientes en el norte de Córdoba, lo que enciende alertas sobre su posible avance hacia otras regiones agrícolas.
Su distribución se da a lo largo de rutas y caminos siendo muy notable durante el otoño, cuando la floración es evidente (Fig. 1). Factores como el movimiento de maquinaria agrícola y el transporte de cargas contaminadas con semillas, incluso los inviernos benignos, podrían estar facilitando esta expansión.
“La situación guarda similitudes con lo observado en las últimas campañas respecto al avance de Dalbulus maidis y su complejo de enfermedades”, indicó el especialista Sebastián Sabaté de la Estación Experimental Agroindustrial “Obispo Colombres” (EEAOC).
¿Qué la hace difícil de manejar?
En 1983, el “pasto cubano” fue declarado plaga nacional por las autoridades de la entonces Secretaría de Agricultura y Ganadería de la Nación, debido a su notable capacidad invasiva, su fuerte competencia con los cultivos y su rápida expansión.
Su agresividad radica en: su gran capacidad de adaptación, alto potencial de crecimiento bajo condiciones de temperatura y humedad elevadas, germinación en camadas a lo largo de primavera y verano, elevada producción de semillas viables, y baja susceptibilidad a herbicidas residuales históricamente utilizados en cultivos como maíz y caña de azúcar.
En este sentido, el uso tradicional de atrazina, acetoclor o s-metolacloro ha mostrado eficacia limitada, no brindando un control residual satisfactorio. Por el contrario, se han observado mejores resultados con herbicidas como los inhibidores de HPPD (isoxaflutole, biciclopirona), inhibidores de ALS (diclosulam, flumetsulam, imazatapir) y algunos inhibidores del FSII como amicarbazone.
“En cultivos como maíz y caña de azúcar, los herbicidas residuales más usados ya no ofrecen un control eficaz del pasto cubano, lo que obliga a replantear estrategias químicas”, destacó Sabaté.
A pesar de que aún no se han documentado biotipos resistentes a glifosato, sí se observan fallas de control atribuibles a condiciones ambientales desfavorables o a retrasos en las aplicaciones, lo cual puede facilitar el rebrote y la proliferación.
Lo primero: evitar el ingreso al lote
Esta maleza aparece a finales de primavera, favorecida por condiciones óptimas de humedad. Las semillas germinan en numerosos pulsos a lo largo de todo el verano, con una dispersión muy amplia debido a la gran producción de semillas por planta y a su morfología, que le permite transportarse tanto por viento como por agua. En este último caso, suele ser arrastrada por grandes cantidades de agua, por lo que es común encontrarla en bordes de caminos o banquinas.
Es por esto que una de las principales entradas de esta especie a lotes productivos es por anegamiento de caminos o desborde de canales. Sin embargo, no hay que desestimar la posibilidad de entrada por parte de los rodados de maquinarias agrícolas, por lo que es fundamental la correcta limpieza, en especial cuando las mismas provienen del norte, donde la maleza está más consolidada.
Herramientas disponibles a la hora de combatirla
Una de las características que convierten al pasto cubano en una maleza particularmente problemática en los cultivos de verano es su capacidad para germinar y crecer incluso en cultivos ya establecidos y con el surco cerrado. Si no es controlado anticipadamente, la paleta de opciones para realizar un control eficaz se reduce drásticamente, sin mencionar el impacto que puede llegar a sufrir el rendimiento del cultivo.
Es fundamental el monitoreo para el control temprano. Si bien hay opciones para hacer tratamientos post emergencia, estas se ven restringidas por la altura del cultivo ya implantado. Por esto es necesario un manejo anticipado, utilizando herbicidas residuales que provean de un control a lo largo del tiempo para evitar que los pulsos de nuevas poblaciones se establezcan una vez que fue realizada la aplicación.
Según los investigadores de la EEAOC “el objetivo principal debe ser evitar el ingreso del pasto cubano a los lotes. Si ya hay infestación, es importante trabajar para reducir la producción de semillas utilizando diferentes estrategias de control a lo largo de la campaña”. Además, recomiendan hacer un manejo integrado, con diferentes estrategias de control, para evitar la selección hacia posibles biotipos resistentes, lo cual podría generar un problema mayor a futuro. “La detección temprana y el monitoreo constante son claves para contener su avance y minimizar el impacto en los rendimientos”, enfatizó Sabaté.
La visión de un asesor
Juan Carlos ‘Chachín’ Morales, asesor regional y docente en la Universidad Nacional de Tucumán, destacó que esta especie es utilizada como forrajera en centroamérica y otras partes de sudamérica. “En esas regiones no se considera un problema porque se maneja adecuadamente, no la dejan semillar y se utiliza solo en estado vegetativo”. En nuestro caso, se ha vuelto un problema por la diseminación de semillas desde el norte, que llevó a la infestación de lotes de cultivos extensivos y de caña de azúcar en Salta y Tucumán, explicó.
Según el asesor, hoy en día se trata de controlar esta especie solamente con productos químicos, y esa no es la solución definitiva. Por lo que no descarta la posibilidad de un control manual. “Es una planta muy fácil de controlar, porque es de gran porte, florece al mismo tiempo y no tiene órganos perennes; pero todo esto implica un trabajo manual a lo largo de las banquinas y rutas que hoy por hoy no se hace, dando como resultado su consolidación y progresivo avance”.
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